PARIS
Julio de 1998
Inesperado encuentro que daría un giro a mi vida
Aquél primero de julio subí al avión en el aeropuerto de Bilbao con una premonición. No era normal que estuviera tan nerviosa. Veranos anteriores ya había viajado sola a Irlanda siendo más pequeña…Mis nervios se apoderaron de mí durante todo el viaje. Sabía que algo estaba pasando, que aquél viaje me deparaba algo extraordinario…No era un viaje como los demás.
Incluso en el rostro de mi madre al despedirse pude sentir esa certeza de quien sabe que es el momento de dejar partir a su «niña»…Al sentir mi agitación me aseguró que mi ángel de la guarda siempre estaba a mi lado y que me protegía. A lo largo de los años mis padres han conseguido convencerme de que un ángel de la guarda me cuida y ayuda a espantar mis miedos.
Quizás el aturdimiento de mi espíritu en aquél momento se debiera a que cuando uno se hace mayor, la inconsciencia e ingenuidad que nos guía de pequeños se desvanece dando lugar a una mayor prudencia.
Recuerdo que al llegar al aeropuerto CDG no había ni un alma esperándome. Me quedé unos minutos inmóvil, mirando de un lado para otro, tratando de seguir la pista a las numerosas pancartas que mostraban los nombres de los recién llegados, con la esperanza de que la familia con la que viviría todo el mes de julio vendría a buscarme (como estaba previsto) Sin embargo, tras una hora de larga e interminable espera decidí lanzarme y buscar un teléfono para llamar a la familia ( en aquél entonces no había móviles) Mis nervios se desataron cuando descubrí que las cabinas telefónicas en Francia son de tarjeta! es decir , que un extranjero como yo, sin hablar una palabra de francés y sin conocer el lugar en el que podría comprar una tarjeta, està completamente perdido. Pero mi ángel de la guarda no se encontraba lejos…
Mientras me hallaba postrada ante el teléfono con el rostro anclado por la desesperación, una señora se acercó a mí y me entregó una tarjeta. No nos entendimos pero le agradecí con la mirada su generosidad. Aunque parezca fantasioso, aquél gesto tan sencillo, y al mismo tiempo tan humano, no podia ser màs que un guiño de mi àngel de la guarda…
Marqué el numero que tenia en mi cuaderno de bitàcora y me contestó un joven (supuse que era el hijo), quien no hablaba apenas inglés. Lo único que conseguí entender es que nadie vendría a buscarme. Es decir, que me las tenía que ingeniar. Así que me encaminé hacia la “sortie» . Lo que ocurrió después forma parte de la inexperiencia de quien no sabe aun viajar y lo hace con la ingenuidad del principiante. Un hombre robusto, de color, se dirigió hacia mi en inglés y me propuso un taxi que me conduciría hasta el centro de Paris. Al llegar ( tras unos 50 min de trayecto) no entendí el importe que me dijo que le debía así que saqué los billetes que tenía ( qué inocente!) y él mismo efectuó la conveniente selección… Por lo que supe más tarde, el fajo de billetes que me extrajo fue mucho más elevado que el coste real de un viaje en taxi desde el aeropuerto. En pocas palabras: me timaron de lo lindo! Pero si ni siquiera sabía lo que valía un franco! De ahí que la última semana de julio me quedara sin un duro !
Lo primero que hice aquél domingo fue explorar la zona ( Alesia, en el sur de Paris) y aprenderme el camino que me llevaría al metro y a la Alliance Française al dia siguiente. No quería llegar tarde a mi primer curso de francés.
( Continuará…) para ti, Ama, mi fan n°1!